Antes de cerrar los ojos | Yuleisy Cruz Lezcano



Presentamos cuatro poemas de Yuleisy Cruz Lezcano. Ella nació en la isla de Cuba el 13 marzo de 1973 y vive en Marzabotto (Bolonia; Italia). La poeta emigró a Italia a la edad de 18 años, estudió en la Universidad de Bolonia y se tituló en Ciencias enfermerísticas y obstetricia, obtuvo además un segundo título en Ciencias biológicas. Trabaja en la salud pública. Ha recibido numerosos reconocimientos como el primer lugar en la sección de Poesía y el tercer lugar en la sección de Narrativa en el Premio Literario “Melville” Città de Siena, Italia 2019-2020 (1° edición), con el libro “L’infanzia dell’erba” (La infancia de la yerba) y en 2021, obtuvo el cuarto lugar en el premio internacional Switzerland Literary Prize (2021). Su poesía está presente en distintas antologías y revistas italianas e internacionales. Ha sido traducida a distintos idiomas. Es miembro de honor del Festival Internacional de la Poesía de Tozeur en Túnez. Colabora en la revista literaria sudamericana Taller Igitur y en otras revistas de España y América Latina. 

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Cuando cierro los ojos

Me estoy perdiendo
entre los rostros que fijan
la inquietud de la partida,
a través de un copa de vino
observo la vida,
entre fragmentos de mundos
se mueve con pasos sin huellas,
en la efímera luz de una estrella
algunas sombras esperan
de volverse cuerpo
en un lugar anclado a dos destinos
el que miro a través de la copa de vino
y el desconocido.
Oh, si pudiera cambiar lo vivido!
No viviría la misma muerte
todas estas veces,
no viviría en lo que perdí
que me habla de lo que perdí,
mas cambiaría lo que viví
por la vida que vivo
cuando cierro los ojos.


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El funeral

De arena a arena
entre las dos un confín
más absurdo que el vacío.
Entre las dunas
el horizonte se esconde
y cierra los ojos,
no quiere ver el desierto.

Montes de plomo y de ceniza,
el mundo es un calderón de huesos,
fuente de muerte anónima
que no sabe llorar por lo que se pierde.
Nadie elige su muerte
la muerte saca las sombras de los fangos
para divertir la tristeza de los cuerpos.
Quien está vivo piensa de estar muerto,
hay soledad en el hogar,
hay soledad entre las gentes
que llevan y traen las reliquias
de las vocales escolares
y de la fresca inocencia.
Hay soledad entre los hombres que piensan
de ser ángeles que lloran
las almas apagadas de los objetos.
Y se llora en el funeral
de una entera familia de objetos,
simplemente el corazón se queda pegado
a la virulencia inerte del efecto cosmético
que sirve solo para construir apariencias.
Y ya ves, el dinero paga
el traje que cubre las simultáneas sonrisas
del cigarro permanente
de los vendedores de humo
que fuman por el día de la muerte.
Y ya ves, el dinero paga
la sopa de los filósofos de convento
que duermen la humanidad con el cuento
de nutrir el sentimiento
de todo aquello que puede comprarse
mientras se festeja el funeral
de lo que no tiene precio.

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Funeral el mío

No estoy muriendo
antes de la muerte,
el funeral me esta anticipando,
confundo visiones con vida,
ecos con voces,
sombras de rostros
con horas vividas,
en un recorte de luna.
Mi oscuridad cargada de otoño
es un infinito caer
en el reino de las hojas,
contemplo los pies de los edificios,
antes de cerrar los ojos.
En los portales se cuelan
ecos ficticios,
los vientos de las estaciones
soplan, compartiendo los cansancios
de las bestias que salen de la noche.
Noche de caminos
con fibras más duras del ocaso,
la noche forma las caras de la ausencia,
me invita en la plaza vacía de Bolonia,
donde un vagabundo conversa
con los muertos y distraído me mira,
es el único que asiste al funeral
celebrado antes de mi muerte.
Mis ojos sostienen horas aparentes,
los amigos de siempre
viven en un mundo paralelo,
lo que menos duele es la muerte.

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Desde que perdieron a ese hijo
cae una gota del techo
encima de la caja del piano.
En ese gran silencio, se escucha
siempre la misma nota.
Parece que su ingenio vuelva
pero es solo la casa la que llora,
es la casa el destino
de un presente ya sin llave.
La casa cobija secretos
de palabras amontonadas
junto al muro.
Una silueta diluida
se mece entre lágrimas.
Una sombra medida
por los juegos del llanto
habla con voz de muerte
donde los ojos se enfrían
en el aire con olor a saliva de niño
que no responde.

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