Poetas latinoamericanas en Europa (XII): Martha Gantier (Bolivia-Alemania)



El poeta argentino Carlos Vitale, quien reside en Barcelona desde 1981, nos presenta la sección "Poetas latinoamericanas en Europa". En esta ocasión leemos a Martha Gantier. Ella nació en 1957 en Tipuani (La Paz, Bolivia) y reside en Berlín (Alemania). Ha publicado Sobre ritos imposibles y distancias (Casa Municipal de la Cultura “Franz Tamayo”), Alba retorna con la niebla (Editorial El Propio Bolsillo), De la piel del tiempo (Editorial La Cueva), De algún lugar de algún cielo (Editorial Correveidile) y Las andariegas: Una lectura sin armas ni armaduras (ARPI).

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NADA HAY AL OTRO LADO

 

La tarde late en el vientre

de cigarras cansadas de existir,

el viento mece

un columpio colgado

en las ramas de un árbol.

Cae una hoja

sobre el rostro húmedo de la calle,

susurra el crepúsculo

una canción tan real como la esencia de la tristeza:   

nada viene del otro lado,

          nada hay al otro lado

sólo la renovación del vacío

y la ilusión

de un tiempo viajante

donde columpia un niño,

dueño del instante.

 

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Y SIEMPRE ESE VIAJE

 

Te detienes

como si hubieras recordado

que dejaste tu sangre

hirviendo en el fogón.

Dudas,

un puma triste

te mira desde todas las ventanas,

desde todas las jaulas que cerraste

se conduele por ti

sabe de la blandura de tu alma

su ser tan inmenso como el abismo

nunca huyó de aquel lugar

aún es el guarda de tus perlas oscuras.

Caminas como sobre un lago de hielo,

grietas se irradian debajo de tus pies.

Todas las casas están abiertas,

y solo de una has deseado salir,

buscas en tu memoria,

garabateas ese horizonte vacío

y como ventana que estalla por la pedrada

recuerdas que a ti también te tocó

un pedazo del hilo de Ariadna,

 ese que tienes en la mano

que intentaron arrancarte.


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MILÁGRAME

 

Milágrame un milagro señor

milágrame lo que los hombres no pueden hacer

milágrame su regreso

para esperarlo en las gradas de mi casa

y decirle que la vida es linda.

Dame un búho de ojos inmensos

para alumbrar su llegada

y un elefante para hacer de mesa

y mirarlo, mirarlo, mirarlo

sin entender lo que pasó

y decirle: creo que te conozco

alguna vez ya te vi en mi cielo.


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