Temí ser la piedra o ser lapidada | Verónica Olvera Rivas | México



            
Presentamos tres poemas de Verónica Olvera Rivas. Ella nació en Tampico Tamaulipas. Ha sido participante en la FIL Monterrey, en la FUL UAT y en diversas Antologías como Un río de muchas voces y Mujeres umbral. Es autora de dos poemarios Amo la llaga más no el cuchillo y Marejada del deseo. Colabora en el colectivo recreo visual y es mediadora de sala de lectura. Trabaja en la difusión de la obra local en el grupo Arte y cultura en Tampico, Tamaulipas. 

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Remolino 

El silencio es negro como este sopor 
que dilata pensamientos 
reacio ante la paz que experimento en el otoño 
entra como viento por un filo 
  Sacude 
      atraviesa mi pecho 
 yo me aferro a ser impenetrable 
cómo quien sostiene el cristal manos arriba
   plegaria por esquivar los añicos 
   plegaria por no sufrir perjuicio 
inmolar esto que debilita en los humanos 
desmitificarlos 
codificar a lo que me debo de aferrar.
pero sopla sopla 
los dedos me tientan 
cuanto más quiero soltarme de este mundo y no estar frente al escaparate 
El mensaje penetra 
me bebo con un toque de leche para sentir que aún vacilo en definirme sin instintos.
 entrego mi naturaleza 
me llamo así, poeta poeta 
para encontrar un espacio nombrable en este que despersonalizo a diario
microscópica por segundos me siento necesaria +

Quiero dormir y el remolino aullido de los perros 
Quiero dormir y el remolino abrigo del quebranto 
Quiero dormir y el remolino y el remolino 
sopla sopla 
          El duelo de la ausencia. 
          La injusticia contra la muerta. 
          Los brazos que les faltan
          La oruga que asombra 
          El amor que les roe.
 
Abro las ventanas 
enfrento la realidad
está especie de autocorrector parpadeante 
diminuta necesaria 
después 
releerme al vacío  
No desistir 
porque siempre, siempre 
 es digna la victoria 
desnudarme sin culpa 
en el engendro de mis noches.

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 Edificio

Un poema no es la construcción de palabras 
es el derrumbe tras de ellas 
indagar entre pertenencias en cada letra 
demolida.    
Soplar el polvo 
Brincar cadáveres sobre aciertos y errores 
de sus bolsillos tomar no solo recursos, si no la valentía 
Dejarse caer 
                    C 
                        A
                       e
           Abri r cometer 
   lapidar a la vergüenza 
Explotar la pulpa del inconsciente, compartir cigarro con el presente.
(A veces se hinchan mis pulmones contenidos entre las varillas y no alcanza para un rascacielos, pero igual me cimbra
Descubro que es parte de un todo que fue)
Un poema no es más 
                                                       erigirse 
                                               Al
                           Vibración 
               La
Que 

Y la oportunidad cuando desciende.

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Arder

Fui no sé, si la peor 
no pude jactarme de la imagen benevolente de quién espera en casa 
iba a dónde la poesía me llamara 
porque en el encierro se pudría mi voz
un día dije:
soy el presente
omite el rumor de otras voces 
anduvo mi espectro por otras habitaciones únicamente visible en la tuya 
los jueces en el escrutinio diario crearon su propia fiesta 
no se percatan que en la mujer ,habita una negra ternura 
que todos somos impuros al brote de molares   
que la quijada se articula igual para ceder al órgasmo 
que pateamos una avispa y la arrojamos con el aguijón a otro romance.

No entregaré mi cadáver intacta. 
Estar en pausa absoluta o andar tibia sería la solución para evitar cualquier fallo.
Temí ser la piedra o ser lapidada
pero estoy en llamas 
inmóvil 
mi carne se derrite 
180 grados me besan 
siempre pedí la combustión espontánea  
para morir agusto en rebelión perfecta 
nulo auxilio, crujir con el menor aspaviento
terminar en mi cama dónde escribía siempre.

Me calcina el afán de perpetuarme sólo entre murmullos y no a través de estas hojas 
ruego me quede completa una mano como alegoría de mi suerte.


    ¡No digan que no fui la que quiso!
       o dije lo que otros quisieron 


Griten;
murió 
la torcida 
la exiliada 
la que amó lo suficiente
la que resistió las consecuencias 
y antes que mujer se proclamó poeta. 
No, no me arrojen nada
ni agua ni tierra ni plegarias.

¡Quiero arder!
Arder en la palabra.

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