La poeta Mariela Cordero, nuestra colaboradora, esta semana nos presenta tres poemas de Victoria Marín Fallas. Nació en San José, Costa Rica. Es filóloga clásica. Se desempeña como profesora de lectoescritura en la UCR. Dirige la plataforma literaria Revista Virtual Quimera y es jefa de redacción de la EEUCR. Es compiladora de Anábasis, antología de narrativa fantástica y ficción histórica (Nacimiento, CR, 2020) y editora de El Legado y de Los Hijos del Fuego, de próxima aparición. Ganó el XIV Concurso de Escritura Creativa en Lenguas Extranjeras (UCR) en la categoría de poesía en lengua portuguesa. En 2022 publicó su primer poemario La Edad de Hierro (Medusa Editores), el cual fue presentado ese mismo año en la Feria Internacional del Libro de Chihuahua. Actualmente coordina el Círculo de Lectura Literatura Contemporánea en la UCR, en conjunto con la AEF y Tolle Lege.
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Limar la piel en los escollos,
tragar suspiros, sirenas,
tifón de azul sereno,
dar forma a la tormenta,
encontrar a tientas y sin nombre
la senda de los pájaros errantes.
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Las muñecas están tiradas sobre los tálamos.[1]
Estoy sola,
habitada por estos niños de ojos claros
que se aferran a mi cuello.
Soy su madre,
pero no puedo recordarlos.
Tampoco a la niña
que perdonó mi demencia
cuando la encontré por encima
de la razón y las frases directas.
En ese momento quise besarla,
pero ella me apartó tiernamente,
y pude ver mi vergüenza,
fruto de esta carne de nada
que hizo a mi corazón,
cubierto de hielo y escamas,
saltar por la ventana
como un relámpago verde.
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Pulmō marīnus
A veces me pregunto si el poema, construido por las almas que habitan las profundidades, hace presente cierta capacidad de respirar. Ese pequeño habitáculo es certeza, pero no solo eso, sino certeza de vida y suspensión de la pregunta. Su cuerpo de palabras luminosas transpone la asfixia, la propia existencia oscurecida por la vastedad del Ser. Quizás podríamos llamarlo pulmō marīnus como la medusa de Plinio (Hist. Nat. 9. 154, 18.85.359), y evocar su belleza sostenida en medio del vacío, ese espacio insurgente de sublimación, del tan solo mirar y su conciencia, asalto de puntas afiladas: De te ipso te rogo.
Estos poemas pertenecen al libro La Edad de Hierro. Medusa Editores.