La
mañana ha estado muy lluviosa y fría. El despertador me ha anunciado que son
las seis a.m. y yo no quiero levantarme porque los árboles se mueven bajo el
peso del agua y el silbido de las aves; que triste es ver a la gente correr a
sus autos y estrellarse en el vacío de los otros. Esta mañana, con todos sus
sonidos y bajorrelieves, me recuerda a esa canción que apenas escuchamos el día
de ayer, ¿sí la recuerdas? Se llama Uncle
Albert/admiral Halsey. Toda la tarde no me cansé de repetirla, e incluso
puedo asegurarte que me aprendí de memoria dos o tres estrofas que no dejé de
cantar dentro del camión durante el trayecto a casa.
Este
día parece ser indescifrable como esas pinturas de Burri o M. Tobey; los gatos
pelean adentro y el polvo fresco y pesado bailotea sobre el paso apagado de un
Flaubert que olvidé en la esquina. No tengo idea si leía las Tentaciones de
San Antonio o La educación sentimental. El teléfono suena y yo no puedo echar a un
lado las sábanas que asemejan tu cuerpo de trigo y vino en los viernes
santificados. Esa cruz en mi frente se ha transformado en perfume de tus besos,
delicioso cáliz que brota de tus senos tiernos de gacela.
¿Cuánta
ha sido la angustia guardada por el señor de los mares? Ese Odiseo encalla al
espíritu su nave. El agua de los árboles forma olas obtusas en el viento. Esas
palomas habitan ese papel que se hunde poco a poco en el fondo del rojo de mis
venas. ¿A dónde te has ido por la noche? Cuando volteé para encontrar mis dedos
atorados en tus caderas, sólo observe el vació desesperado durmiendo conmigo.
Me he dado cuenta que esta mañana será más fría y larga que las otras. Estás,
pero no estás. Es como si toda tú fueras otra.
Hay codornices
perdidas en las manos del laudero. Releo (Continuidad
de la creación) [Locus solus], Novela
de simetría perfecta o Sólo
llámenlo.. (Certamen de infamias), no importa que nombre lleve el texto en
cuestión, la verdad no deja de dolerme la cabeza tratando de entender a
Manjarrez; esos personajes escurridizos que se arrastran en lo que pareciera
ser un dolor de intelectualismo seráfico no dan tregua alguna, son navajas que
hacen marañas con los ojos. ¿Qué nombre tienes, Wilms Montt? No me asombraría que tu muerte pase inadvertida como
pasa el viento en el cabello de las señoritas dominicales que asisten a misa y
no leen tus “cuentos”, estimado amigo.
Creo
que no te he leído a ese laudero que semeja a Cristo antes de la cruz; cuando
lo haga entenderás mi cefalalgia; bien pude hacerlo hoy pero te fuiste rápido
olvidando tras de ti una habitación a la Malevitch, ordenando mis camisas y
pantalones para el trabajo, levantando el perfume de nuestras miradas. Caminas
en retroceso para adivinar tus pisadas, para no ahogarte en tanta agua que
afuera sigue fluyendo.
Ese
vino es la sangre de Dios. Los peces se multiplican cuando la tarde llega lenta
montando llamas. La granada se precipita hasta mis cienes, me eres proclive a
la visita de la luz y la nostalgia de la aguatinta. Que suaves se han vuelto la
sombra y el gris de las copias de esos Wols que se amontonan en mis paredes
crepusculares; regresas siempre y te espero guardando bajo mis ropas una piel
cálida, resultado del roce de tu lengua con mis labios.
Hay
estambre en tu vientre. Está noche antes de que escaparas me pediste que
bordara un sweater. Estamos a medio año de abril y siento el frio recorrer mi
medula, calcinando mis nervios que se destornillan ajenos y sin prisas.
La
lluvia no ha cesado. Tengo una ligera sospecha que al salir podré encontrarte,
es una sospecha a simulacro. 3… 2… 1…
Toda
el agua se ha apagado y esas manos que sostienen el orden han consagrado su
vida al mar y su espuma. Colgaré el enorme retrato de tus ojos para que seas mi
panopticón y sienta que tu mirada perfora mi alma. Te bautizo como mi canción,
como Carmen, como ᾠδή (oda). Puede que por fin mañana te hable de los gorriones
que se arrojan al abismo y culminan en la ceremonia de su caída.