Tríptico de geometría | Fidel Flores





El poeta Juan Carlos Recinos imparte el Taller de Poesía "Arcadio Zúñiga y Tejeda" en Atoyac, Jalisco y En la Masmédula hemos abierto un espacio para conocer a los jóvenes poetas que se están formando en este taller. Esta semana compartimos una selección de poemas de Fidel Flores (Zacoalco de Torres, Jalisco, 1996). Lic. en Letras Hispánicas. Ha destacado como escritor, investigador y docente. Su obra poética ha sido publicada en El Comentario Semanal de la Universidad de Colima. Recientemente recibió el reconocimiento El mampo del Sur de Jalisco, por parte de la Fundación Rubio Niño Celestial. Actualmente es miembro del Taller de creación literaria y poesía: Arcadio Zúñiga y Tejeda.


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TRÍPTICO DE GEOMETRÍA


I


(EL ROMPECABEZAS)


 

Figuras abstractas que deshacen toda lógica matemática, tienen envoltorios de colores todavía sin inventar, esperan ser desnudados junto con esas siluetas. Susurros negros que entran como melodía por los oídos, elevan cual cometa, sin viento, la imaginación. Dos cuerpos en movimiento de forma horizontal, que contienen piezas de rompecabezas, buscan ensamblar los trazos, sin éxito, acompañados de la negra noche. Se entrevén, gracias a las luces efímeras de las estrellas verdes, gotas de agua salada que transcurren por esos cuerpos. Bocas cerradas, musitan leves sonidos rojos, ondas sonoras que fungen como brújula hacia el camino del ensamble, crean figuras combinando de manera correcta varias posiciones de goce, un excelente encaje, autores de vida.

 

 

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II

(EL RECUERDO)

 

Te miro sentada al borde del acantilado, arriba del Tecolote, ese cerro que acompaña una flora muerta, contemplando feos títeres que tienen una madera podrida. Parvada de memorias picotean mi cabeza, insisten que te olvide, que tú ya no estás. Sus aleteos provocan ráfagas que me susurran al oído: “vago”, “recuerdo”, “tiempo”. Aún regreso a tus brazos extendidos, jaula que contiene un pájaro encerrado que entra y sale a voluntad, que conoce las mentiras, por ser un racionalmente enamorado.




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III

(LA PILA DEL RELOJ)

 

En su momento, no supiste cómo tu efecto ‘cronos’ alegraba la separación y la proximidad. Fuiste preciso y en ningún momento sentí que me hubieras traicionado. Conocí la soledad y la confusión el día que te olvidé; logré reconocer los besos gélidos de una mañana gris, pero me extravié en caminos azules y rojos, en especial, en los obscuros. Almas blancas y negras fueron mis guías. Una experiencia desagradable que no repetiré, pero lo dudo. Llegaste de forma inesperada y me he preguntado si en verdad esperaba tu compañía. ¿Dios nos habrá creado el uno para el otro? ¿O Dios nos habrá hecho para complementar a terceros?, es que encajamos tan perfectamente bien que pudiera ser que sí a ambas interrogantes. Extrañaré tus brazos, esa presión que hacías al amarrar la muñeca izquierda de mi ser; caricia, cual frigidez anunciaba que tendríamos un día largo. Lapsos, en capítulos matutinos, daban grandes saltos. En mis ciclos, eran las nueve de la mañana y luego, por ejemplo, las doce del mediodía. Tus números, custodiados por el color gris, azul, rojo y obscuro, siempre fueron exactos. Fuiste testigo de unas manos que nos hurgaron; a ti de forma inesperada, con leves toques, a mí, de forma directa. Muchos ingratos me han pedido que te olvide. Que te deje. Piensan que puedo adquirir otro semejante y la verdad sí, pero lo que te hace único, son las ocasiones que pasaste conmigo, antes de que tu pila se detuviera y el amor de ella, se fuera.



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En duda

 

Vuelan tan alto.

 

¿Los sueños son

 ilusiones que se escapan?

 

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La resignación

 

Reverdece la rosa.

 

Crece, aun sin raíces,

en tierras negras.

 

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Tus margaritas


I


La cocina, tu cama,

el patio, el corral,

¿dónde estás, mamá?

Sal de donde estés

y deja de jugar.

 

Platiqué con tus margaritas

y no te han visto desde ayer.

Extraño tus besos, los abrazos fuertes,

tus bendiciones afuera de la escuela.


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II


El tiempo es un ladrón

que asesina los días negros desde que no estás.

 

Ahora duermo temprano

porque sólo te veo en mi sueño.

Despierto y no te miro a mi lado.

Comienzo a sospechar

que tus margaritas saben algo;

las miro cada noche, antes de sumergirme en la corriente del recuerdo

musitar tu paradero hiriente.       

 

Ahora, platicando con mi soledad,

llegamos a la decisión unánime de buscarte

en el cielo.


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