Por Melissa
Nungaray
La poesía es un faro que se alza como bandera a
lo largo de océanos y continentes, un faro que resplandece incluso a través de
satélites y galaxias. El viento reafirma el rumbo del barco; de igual manera,
el poeta enciende su brújula para escribir su destino en las olas. Omar Cruz,
poeta nacido en El Progreso, Yoro, Honduras, en 1998, es un ejemplo de ello.
Actualmente, estudia Periodismo y Antropología en la Universidad Nacional
Autónoma de Honduras, y se ha forjado como poeta, narrador, ensayista y
ponente. Su forma de escribir y su visión poética han dejado una marca
distintiva. La disciplina, la investigación y la pasión lo impulsan a ser una
figura activa en la comunidad literaria, tanto a nivel nacional como
internacional.
Cruz ha publicado los poemarios Hologramas de
ayer, hoy y para siempre… (Atea Editorial, 2019) y Quimeras para después
de la ceniza (Atea Editorial, 2024). Además, fue seleccionado en el sistema
internacional de becarios en el área de humanidades (Filosofía y Literatura)
por la Universidad Cardenal Herrera de España; obtuvo el premio nacional «TOYP:
Ten Outstanding Young Persons 2025» en la categoría de Logros Culturales; y fue
galardonado con el primer premio en la categoría de participantes entre 16 y 35
años del II Concurso de Poesía Lekuona Fabrika, por su obra titulada «Atila
canta una balada de Manigoldo Lars mientras espera la llegada del amanecer».
El poeta Omar Cruz ha construido una trayectoria
digna de admiración en el misterioso universo de la poesía y la narrativa, y ha
demostrado un compromiso genuino con la labor literaria. Sin más preámbulos,
los invito a leer esta entrevista, en la que conversamos sobre el futuro, la
inteligencia artificial, el entorno cultural y su impacto, además de sus
convicciones literarias y sus inicios como escritor. Espero que sea del agrado
de todos ustedes.
Entrevista:
Melissa Nungaray: ¿Qué es la poesía y cuál crees que sea su impacto actual
en la sociedad?
Omar Cruz: —Personalmente, creo que es una alegría
poder decir que, para mí, la poesía puede ser ungüento, pero también un puñal;
es en ella en donde he encontrado la fuerza y la disciplina para seguir
adelante todas y cada una de las veces que me he desmoronado. Desde las
heridas, la poesía me ha ayudado a sobrellevar
cada dolor que se me ha ido acumulando.
En esta época en
la que estamos bastante acostumbrados —por los contextos de las redes sociales—
a la rapidez, y a que todo sea momentáneo, siento que la poesía impacta en
donde casi nadie llega. Es decir, las imágenes que transmitimos desde un verso
también pueden golpear hoy día, en la vida de un joven tanto como en la de un
adulto. Me agrada de alguna manera, saber que la poesía está entrando con
fuerza en algunos sectores de la sociedad que antes no llegaba, y está dejando
una huella amplia de reinvención y riqueza cultural como en años anteriores. Lo
que quizá queda, es esperar el respeto que merecen los autores por su trabajo
en este oficio de escribir.
¿Cómo te iniciaste
en el camino de las letras? ¿De dónde surgió tu interés por escribir?
—Fue desde el principio y sin dudar una
gran aventura, empecé leyendo algunos cuentos de Edgar Allan Poe y poesía de
Leopoldo María Panero y en mi familia solían verlo con bastante extrañeza, ya
que la mayoría se han dedicado a otros oficios como; los negocios personales,
las finanzas, vengo de un hogar que ha preferido los números por encima de las
letras, y es ahí en donde quizá, se me dio aquello de ser la oveja descarriada
de la familia; la que no quiso ir por el camino trazado, sino forjarse el suyo,
desde otras trincheras en las que ha sido muy difícil transitar, pero que, me
han dejado una cantidad notable de emociones y otras enseñanzas que agradezco.
Siempre he creído
que para mí, escribir fue algo catártico; ya que soy persona de pocas palabras,
y me cuesta bastante entablar relación con los demás desde pequeño, supongo
que, por alguna condición de hiperactividad que se convierte en una especie de
capa o escudo para que aquello que debo decir, fluya a través de las imágenes
poéticas o las historias de ciencia ficción y no desde la primera persona que
por lo general le cuesta entablar una plática fácilmente. Y, no está demás
decir, que mis primeras influencias literarias estaban centradas en Edgar A.
Poe y Leopoldo M. Panero que siguen siendo hasta este momento los más admirados
por mi niño interior y, por este hombre curioso en el que, a lo largo de estos
años, me he ido convirtiendo.
¿Qué piensas del mundo
literario? ¿Crees que hay comunidad y sentido de pertenencia?
—El mundo de la literatura es uno
complicado, principalmente, porque cada autor construye a su imagen y semejanza
su mundo, y muy rara vez permite a otros entrar; es como nuestra casa, varios
somos celosos y de alguna manera sobreprotectores con dicho hogar, que estoy
seguro es válido, pero también, entiendo que muchas veces la curiosidad de los
demás nos causa temor y solemos cerrar ese mundo y casa solo para nosotros y
quizá es ahí, en donde cuesta encontrar el sentido pertenencia tanto con los
lectores, como también con otros autores. Tal vez, es por eso, que se habla
bastante de manera altiva tanto de quien escribe, como de aquel que ha decidido
entrar a curiosear en las casas literarias de los escritores.
Hay comunidad y
soy testigo de ello, a lo largo de estos años en los que he tomado el oficio de
escribir —desde la universidad— como algo mucho más serio, he tenido la gran
oportunidad de encontrarme con autores, tanto hombres como mujeres que están
dispuestos a empujar el barco de la escritura a otro nivel, y llevarte a que la
creatividad se te desborde con amplitud notable, y puedas también, compartir
dichas enseñanzas con otros que están alrededor. Siento que, a largo plazo esa
comunidad se va notando más como en aquella mística de la mayéutica griega y
vas transmitiendo dichos conocimientos a otros autores que vienen emergiendo en
el camino, y quieren —como se nos ha enseñado— creer que la riqueza de este
oficio radica en su naturaleza un tanto caótica, y creatividad que de golpe, te
va mostrando otras maneras de ver las luces a través de un largo y amplio
túnel.
¿Cómo te imaginas
que será la vida en 200 años?
—Quiero creer que, de aquí a esos
años, primero podamos encontrar un poco más de esperanza en este mundo tan
cruento. A mí me cuesta mucho imaginar que llegaremos a esas fechas tan
lejanas, ya que al ver la destrucción constante a la que sometemos a la madre
naturaleza, pienso en que el futuro en la tierra está echado al vacío y como en
una narrativa del escritor Ernesto Sábato, nos tocará ver el exterminio de esta
tierra o la tardía redención que sin duda, y de igual manera, nos llevará al
caos que sin control se está armando frente a nosotros, en esta posmodernidad
tan insana con los más débiles y desposeídos.
Por otro lado, veo
los esfuerzos de unos pocos —y de quienes se van sumando a ellos— como una luz
para que nuestra estancia en la tierra sea más amena, y eso me motiva a que
quizá, en algún momento, no tan lejano, decidamos que lo mejor sea combatir
dicha destrucción y agresividad con la naturaleza, de manera que, podamos
entrar en reflexión y armonía con la única tierra que ha decidido soportarnos a
pesar de tanto castigo y crueldad que, sin resquemor alguno le hemos entregado.
¿Crees que las
máquinas y las inteligencias artificiales disminuirán nuestra capacidad de
pensar e imaginar?
—En verdad que, esa pregunta me
la he hecho en varias ocasiones, porque, para empezar, me cuesta mucho creer
que la pereza tanto del hombre como de la mujer: le lleve a ese nivel de
degradación intelectual y que, de paso, le arrebate de golpe la imaginación.
Que terrible sería saber que, ya no podríamos ser capaces; ni de imaginar ni
pensar, sin antes consultar con una inteligencia artificial, sería como entrar
en un una especie de retroceso en una era que nos propone los avances de una
forma aligerada.
También reconozco
que desde sus orígenes el ser humano está lleno de muchas dudas, pero debemos
ser conscientes del uso y abuso, que puede llegar a significar para nosotros,
el manejo indiscriminado de herramientas como estas, que no digo sean del todo
malas, y se deban estigmatizar, pero si creo que estamos en la obligación de
marcar los límites entre lo que pensamos como individuos, ya sea dentro de la
sociedad o de manera individual, pues el maquinismo como se ha planteado de
manera histórica, nos mimetiza y puede crear simples autómatas y no seres
humanos pensantes, capaces de cuestionar incluso lo que el futuro le está
proponiendo a sus hijos y así mismos; como un cambio o algo totalmente
revolucionario en esta época que cada vez se digitaliza al por mayor.
¿Cómo es tu
proceso creativo? ¿Escribes de noche o de día?
—Lleva mucho tiempo, de hecho
como pequeña anécdota, apenas he publicado dos poemarios, entre el primero y el
segundo hubo casi cinco años de diferencia, pero la verdad, me siento
satisfecho con el resultado, ya que es parte esencial de ese proceso creativo
para ir seleccionando lo que como autor considero si puede ser leído y
entregado en las manos de un público exigente, que espera de los autores un
compromiso verdadero en este oficio de escribir.
Soy por
naturaleza, acostumbrado por razones diversas a trabajar y escribir de noche,
—de hecho, mientras respondo la entrevista es de noche— pero, también me
acostumbré a leer de día o tarde los fines de semana, que es cuando me queda un
poco más de tiempo. Entonces, es así como trato de alternar la escritura, con
el proceso investigativo y también con el demás trabajo y depuración que
conlleva terminar un texto literario para su posterior evaluación.
¿El poeta está
hecho de máscaras?
—De hecho, desde que el poeta decide
dedicarse a este oficio, con la rigurosidad suficiente empieza el proceso de
enmascararse y crea dentro de sí mismo, una especie de repudio a lo que un día
fue, como si la escritura encajara como su único ungüento —y el poema, como
resultado de todo lo acumulado— guiara ese proceso de sanación que lentamente
lo va liberando de esos males y pesadillas que lo van atormentado desde la
infancia. Claro está, que el autor va por el sendero creativo sin olvidarse de
que, siempre va a estar hecho de un par de retazos de dichas historias, de
algunos presagios y un par de sombras que lo seguirán a donde vaya.
Luego encontramos
la máscara de la escritura como tal, ya que algunos nos vemos afectados por los
idiomas y sus diferencias y decidimos escribir, —quizá porque sólo hubo esa
oportunidad— en otro idioma, olvidando los orígenes y nuestra lengua materna.
Aunque en ese sentido, no somos del todo culpables por la máscara del olvido de
la lengua y el idioma, si hay alta responsabilidad en el sentido de que, de
manera indirecta, permitimos que otra lengua y sus raíces se impongan por
encima de la que nos trajo y ha guiado en este oficio literario.
Por último y creo,
es una de las máscaras que difícilmente el poeta suele mostrar, es la de su
ausencia y vacío. Si bien, sabemos que hay autores que toman el dolor de
diferentes maneras y lo procesan con mecanismos poco ortodoxos y, a veces, no
tan convencionales. Hay varios elementos en la literatura que sin duda
contagian, pero no necesariamente son los vacíos reales o las ausencias en
carne propia, personalmente, quiero creer que éstas en el proceso creativo solo
se muestran desde la superficialidad, ya que creo, es difícil, llegar a la
hondura tormentosa que habita dentro del poeta, —que está repleta de vacíos—,
llenados casi siempre con excesos; ya sea con los de la carne, o con los que
son arrojados visceralmente por este mundo que no conoce de límites. A veces,
esa máscara se revela en las soledades que carcomen muy lento, como lo hacía
Kafka con Gregorio Samsa o Camus con Sísifo y puede también, según diversas
circunstancias sociales convertirlo en un animal silencioso y de una u otra
manera autodestructivo consigo mismo.
¿Cómo describirías
el panorama cultural actual de Honduras? ¿Qué retos y oportunidades encuentras?
—En nuestra Honduras, como en la mayoría
de los países de Hispanoamérica, siento que el asunto literario es más o menos
el mismo. Este oficio nos exige a diario la reinvención frente a la página,
pero además nos pide la perseverancia diaria junto a la pluma. Y, es bastante
difícil cumplir al pie de la letra cada una de estas sabiendo que, hay otras
responsabilidades; académicas, laborales y familiares para quienes nos
dedicamos a este oficio. Pero, como autores siempre buscamos el tiempo para
lograr cometidos dentro del oficio de escribir; que puedan enriquecer y
enorgullecer tanto literaria, como culturalmente a nuestras naciones.
Los retos quizá
vayan radicando en que nuestros países, aún conservan de una u otra manera su
memoria histórica y quizá desde ahí nos cuesta bastante despegarnos del pasado,
eso también aplica en la literatura de Honduras. En los años pasados y actuales
han surgido grandes poetas y poetisas, narradoras y narradores, ensayistas y
alguno que otro crítico literario —alejado de los sesgos académicos— pero,
partiendo de lo anterior, cuesta que se lea a dichos autores que a día de hoy;
ya son jóvenes adultos o adultos mayores, o adolescentes llegando a la flor de
la juventud. También, debo agregar que, es muy difícil encontrar espacio para
la literatura en un país como el nuestro, en el que leer y educarse es casi un
privilegio al que tristemente no todos pueden acceder, de ahí que tengamos a
una parte importante de la sociedad separada de los escritores contemporáneos y
un Estado que, poco o nada hace para cambiar la situación tan lamentable en la
que, se desarrollan varias expresiones literarias en el país, eso también lleva
a que varios escritores se desanimen y dejen el sendero luminoso de la
escritura y lamentablemente las posibilidades de crear y pulir el acervo
literario y, por ende, dejar que las imágenes a través del lenguaje poético se
vayan diluyendo de la variedad posmoderna y pasen a manos de algunos grupos de
artistas que se autoproclaman dueños del arte y la cultura y que dicho sea de
paso, le hacen tanto daño a las expresiones artísticas. Entonces, hay mucho por
hacer y combatir, pero a la larga esto también es un reto por resolver en este
gran país.
Y sin duda, las
oportunidades creo que van radicando en que cada día, varios autores emergentes
y algunos que se han ido consolidado unen fuerzas para empujar el barco de la
literatura por el buen camino. Es decir, acercar a escritores noveles a
talleres de escritura creativa, motivarlos a participar en Revistas Literarias
y Encuentros o Festivales de poesía que creo, son los diferentes elementos y
mecanismos que le van dando esa confianza a cada autor que desea forjar su
camino por las fibras más ondas de la poesía o la narrativa.
También, debo
decir que la digitalización nos ha ayudado bastante en Centroamérica ya que a
través de ella podemos llegar a diferentes sitios de literatura y países en los
que probablemente nunca imaginamos que llegaría nuestra obra poética o
literatura en general. Y, en ese sentido varios nos hemos sumado y les damos
espacio a los autores que vienen emergiendo para que se puedan ir fogueando con
voces que ya están muy consolidadas dentro de la literatura mundial.
¿Qué escritores
son tus referentes actuales en tu proceso de escritura?
—Difícilmente me podría separar de Edgar
Allan Poe y Leopoldo María Panero, significan para mí, un eslabón importante en
mi proceso literario, de hecho, diría que son mis referentes por dicha y
excelencia. También, hay otros autores que se han vuelto parte de mis
referentes desde que tomé este oficio con mucha más rigurosidad y entre ellos,
puedo mencionar a; Raúl Zurita, Andrés Caicedo, Ida Vitale, Clarice Lispector,
Ernesto Sábato, Roberto Sosa, Julio Escoto, Juana Pavón, Clementina Suárez y
Juan Rulfo, que son a día de hoy mis preferidos, porque su estilo y sus voces
siguen tan vigentes, como si recién hubieran entrado al calor del panorama
literario mundial.
¿Qué poema de tu
autoría te gustaría compartir?
Nombramos a la
hoguera
[cuando se enciende
en la madrugada]
La
casa en la que viví
Está
inhabitada:
Pero la puerta
Tiene
la misma hendidura
Que el filo del hacha
Le
hizo al árbol aquel día
En
el que vió
Sus formas al nacer.
Nombramos
a la hoguera
[para
que el vestigio
Nos pueda desafiar.]
En
el marco de la ventana:
Siguen
las huellas
Del niño
Que
dibujaba oropéndolas
Y zanates
Con
la polvareda de las calles
Y
el subterfugio
De los arcoíris.
Nombramos
a la hoguera
[mientras la herida
Decide volver.]
Las
paredes siguen intactas:
Pero
no olvidan
La luz en los pasillos
Ni
el corte preciso
De las palabras
Ni las cicatrices
Que
hicieron los espejos
Cuando reflejaron
La
anatomía de las moscas
Y la metamorfosis
De
las cucarachas.
Nombramos
a la hoguera
[cuando el silencio
Ha
decapitado la noche.]
La
casa en la que crecí
Sigue
inhabitada:
En
el techo aún están
Colgadas las voces
Y
los presagios
Que
las arañas tejieron
Desde el primer día
En el que nos fuimos
Cuando
aun
Las antorchas
Estaban
encendidas.
Nombramos
a la hoguera
[para ser testigos
De la bruma
Que
se riega por las mañanas.]