Omar Cruz, nuestro colaborador, nos presenta una reseña del libro «Doce Cuentos Peregrinos» elaborada por la escritora progreseña María Luisa Rivera Rápalo (El Progreso, Yoro, Honduras 1992) quien es estudiante de la carrera de Pedagogía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y egresada de la carrera de Profesorado en la Enseñanza del Inglés en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. Ha fungido como docente por más de diez años en la enseñanza del inglés, ha laborado en prestigiosas instituciones educativas de la ciudad de El Progreso.
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Cuando me dispuse a leer «Doce Cuentos Peregrinos» Tenía una expectativa de algo mítico, magos, o tan diáfana como lo evidencian el borde de algunas de sus narrativas. Llamó poderosamente mi atención, darse a la tarea de escribirlos simultáneamente. Al concluir cada historia mi apetito aumentaba por descubrir una más y otra… Casi obligándome a no precipitarme por el descubrir el desenlace de alguna de ellas. Aquí podrás encontrar, de un extremo a otro como se destacan algunas pasiones de los personajes, sus automatismos, y uno que otro valor para rememorar el humanismo en cada ser.
«En Buen Viaje Señor Presidente», nos deja un sabor sensible, afectivo y una pizca de nostalgia. Comparto el placer por revivir un hábito (Como tomar café) que ha sido reprimido por mucho tiempo «En nombre de la salud» Se pena no solo el cuerpo que es corruptible pero el alma, esta sin duda sufre hasta la muerte. «Lázara y Homero» nos invitan a ser misericordiosos con aquellos que requieren de nuestra mano, ya que nunca se sabe si será el último amparo.
Margarito Duarte nos da tremenda, catedra de perseverancia, fe y constancia en «La Santa». Sin duda alguna, que cuando uno desea algo, es cuestión de esmero para luego ver crecer los frutos y que ser ávido por la lectura puede llevar a alguien tan lejos como la misma Roma. García suscribe que no todos los errores son remunerados con experiencias y reflexión como afirman algunos, al contrario, que no se te ocurra cometer otros porque no volverás a ver la luz, del día ni mucho menos hablar por teléfono.
Gabriel García Márquez nos evoca a no dejar secar la gota de empatía que habita en cada alma, tener un toque sensible en lo más recóndito de nuestro corazón, perseverar en nuestros ideales por insólitos que parezcan, no permitir que apoden nuestra esperanza o lo que sería un crimen peor: Nos separen de nuestra fe por medio de Prudencia Linero. De igual modo, compartir la ideología en vivir de manera significativa cada día, pues desconocemos cuando se consumará.
Se baja el telón y convergemos con Billy Sánchez quien retorna en su nuevo Bentley convertible, esta vez solo, como al principio, sin su compañera Nena Daconte para no dejar ningún rastro de sangre en la nieve. Esta historia hace cavilar hasta los huesos. Arranca con cientos ilusiones e intrigas, en el trayecto nos hace enamorarnos de los protagonistas hasta que súbitamente tiene un giro inesperado. Márquez nos engancha a contemplar que la complicidad resulta más útil que el mismo amor. De igual manera, asimilar el infortunio cuando toca a la puerta de Billy, sin disponer a dejarle pasar, se escurre como un torrente de agua, y le destroza directo el corazón como un dardo filoso. Sánchez guardaba la esperanza de volver a ver a su amor tocar el saxofón por última vez. Nos devasta en mil pedazos nuestros corazones y crudamente nos trae de nuevo a tierra firme con la finalidad de discernir que no todos los amores tienen un final feliz.
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