Presentamos una selección de poemas de Miguel Colomé. Él nació en Macuspana, Tabasco, en 1990. Es educador, investigador y baterista. Ha publicado en revistas como Justa, Morphos, Ecos Sociales, Flint y Círculo de poesía. Aparece en las antologías de cuento: Tabasco es puro cuento editado por Ediciones HtuRquesa (Tabasco); Calle por calle, historia de viajes diarios, por la Editorial Trajín (México, D. F); Los once del relato breve, editado por el Instituto Estatal de Cultura (Tabasco); y en la antología de poesía: Poetas parricidas, generación entre siglos, editado por Cuadrivio Ediciones (México, D. F.). Autor de Brindisi, poemario que obtuvo el premio universitario Teresa Vera en 2016.
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Fruta amarga
I
Conversemos de la cárcel,
de los muros que edificó Dios
a través de las manos del hombre
para atormentar las cicatrices del tiempo.
Somos este polvo, manchas de la
santidad en los templos de justicia.
Hablemos del infierno que nace
al cruzar el umbral de la tarde,
cuando inmersos en el tedio de los años
la fuga sólo es posible en la oscuridad.
¿Sabes qué se siente dormir junto
a esta tumba que alimenta jueces,
verdugos y la pulcritud del mundo?
Sólo los que no tenemos
una estrella para alcanzar
porque nos tocó la noche dentellada
podemos mirar la muerte a los ojos,
extender la mano y pedir nos cubra
con los andrajos de su cuerpo,
frío e inerte, y sentir la firmeza de estas palabras.
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II
Tanto cabe detrás de las rejas:
los sueños de riqueza con su marchito destino,
las promesas enfermizas que amaron
los viejos guerreros hoy desollados.
Hay secretos que las celdas guardan
como las miradas a medianoche
cuando el humo anuncia la llegada del diablo
y la intensidad edifica las junturas de los hombres quebrados.
Abigarrados están los murmullos
que respiran las habitaciones del penal,
los corazones desfallecen con el talud del abismo,
es tiempo quebrado el sonido
de la madera contra la madera,
es la cicatriz de los árboles
que lloran en los bosques desaparecidos.
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IV
Presos:
nosotros cuyo camino es efímero
exaltamos el crepitar de la locura.
Somos los hijos no reconocidos de la muerte,
el abandono y la sombra que busca lo tangible.
No queda corazón que envuelva el sueño,
ni ritmo en nuestra hoguera.
La furia nos consumió
como el apetito que devora la historia.
¿Acaso Dios también se olvidó de nuestros nombres?
¿Dónde está el consuelo de la esperanza
en las noches de hechizos y caos?
Intranquilos buscamos un consuelo
para usarlo como brújula
o un poco de luz para iluminar el engaño.
Somos víctimas del camino y la flama
que incendia las páginas de un libro que nadie quiere leer.
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V
Vengo del infierno.
Satanás me besó
y mis labios pudrieron el amor.
Job fue mi hermano
pero Satanás le cortó la cabeza
y con los días cocinó piedra en mi pecho.
No queda imagen para cantar
sólo muerte: la ceniza del tiempo;
pues soy tumba
y las endechas son mías.
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VIII
Esta es la casa quebrada
la que construimos con la ley de lo sagrado.
Esta es la casa que se cae
como los golpes de los años detrás de las rejas.
Es la fruta amarga,
pues los días se fuman como la sangre.
Aquí, en el infierno del tiempo
baila el diablo, juega con nuestras cabezas,
desciende del horror para tomar los huesos,
lo que quedan de ellos:
astillas o escombros, da igual.
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IX
La locura camina descalza
es fuego en las noches,
acantilado que ilumina las historias
sombrías y desoladas en los calendarios.
Desnudas pesadillas
y los imperios de la crueldad
como el silencio cuando se vuelve puente hacia la expiación.
Aguarda una fecha,
un instante para iluminar las tumbas que ciñen la memoria.
Prístino sentir que arrebató los planes de Dios en la inocencia de su creación.
Ven, embriágate con nosotros,
mira que somos héroes de los símbolos
último vestigio del orden y el caos.
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