La poeta Mariela Cordero, nuestra colaboradora, esta semana nos presenta dos poemas de Juan Lebrun (Venezuela). Nació en Caracas en 1997. Poeta y músico. Su libro Salmista fue valorado en el Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana en el año 2021; recibió el tercer lugar en el 7mo Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas en el 2022; ganó el Premio Internacional de Poesía Joven Ida Gramcko 2024 con El libro de las improvisaciones. Apareció en tres antologías de poesía venezolana: Palabras que gotean, Poetas en el galpón y Cuando pienso en libertad. Sus poemas han sido traducidos al inglés, al bengalí, al italiano y al portugués.
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*
a Astrid de Vera Lefeld
Encuentro las palabras de estos versos en tu espíritu.
Sea mi dicha y deseo más hermoso entre los árboles raídos por el viento.
Y sea tu nombre elevado a las banderas de los cielos más inmensos.
Sea en mi espíritu tu nombre, tu risa
y, en los patios del jardín, mis lágrimas cayendo por tu muerte.
A pesar de nuestro nexo perdido en las montañas,
siempre estabas en mi casa con tus ramos
de dientes sonriendo todo el día.
Encompinchada
apostando íngrimos billetes,
por la pobreza de un país que tú no hiciste.
Condeno a quien me diga sin medida
que los pájaros no hicieron su nido en la garganta
para hablar con tu voz. Tú ya descansas.
Pues luchaste en tus últimos días
y te vi con las bocanadas de aire en esa copa vacía de tu boca
como esgrimiendo las palabras ya sin voz
y tus ojos desvaídos hacia arriba.
Yo sabía. No tuviste que decírmelo.
Y no hicieron falta árboles ni montañas para tu espíritu,
sino tu presencia sola en la música.
Entonces te dedico el silencio de los prados
y las calles que transitaste bajo la luz de la vida
con la piedra de tu cuerpo.
Te improviso estas letras con mi voz y mi silencio,
con el luto a media boca, sin el negro.
Para ti la gloria
y los deseos de estar con dios en su regazo,
con los ángeles de los aires
y las galaxias unitarias de la música.
En ti cantaba un planeta y yo lo sabía.
En ti cantaba la Tierra entera.
Inédito
*
a Carlos Katan
Salgo a los ramos de la noche
con el soplo de las hojas.
Los aviones sonoros
dan la hora.
Al canto contemporáneo de luna
se acerca el artificio.
Con el tiempo y la rutina,
se vuelve natural.
Las partes del poema que se van
con el viento de esta noche
son salvadas de la quema.
El caldo agoniza en movimiento
con el silencio trovador de las estrellas
y la luna en cuclillas sobre el carro.
El verdor de las casas escondidas
lleva, en su raro decir, una pérdida.
Y los murciélagos con el hijo medio muerto (los padres también muertos),
salen a esta hora por las frutas.
Las guacamayas ya se fueron de las palmas
y, en parejas africanas, revolvieron el espacio.
Esta noche se abastece en el tiempo.
Se transforman las raíces abisales del residuo,
lo que queda
el sedimento
decantado
del pensar.
Las oleadas irascibles de calor,
la humedad intempestiva de las flores.
El cuervo de la duda,
la petrificación de los ídolos.
La canción de piel-orquídea,
los colmillos del jabalí,
y el hambre del pájaro.
De El libro de las improvisaciones (2024)
Retrato de Vasco Szinetar (2023)
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