Noche y árboles son del tamaño de un lenguaje | Zorian Ramírez Espinoza | Venezuela


 



La poeta Mariela Cordero, nuestra colaboradora, esta semana nos presenta dos poemas de Zorian Ramírez Espinoza (Venezuela). Nació en Caracas en 1996. Es Licenciado en Artes mención música por la Universidad Arturo Michelena. Miembro de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. Publicó en 2022 su trabajo de grado Las escuelas de contrabajo en Venezuela, reconstrucción evolutiva 1970-2003 por El Sistema y la plaquette Memoria Derramada con ediciones Petalurgia. Participa en antologías nacionales e internacionales, escribe poesía, diario y crítica literaria. Cocreador del taller "El objeto y la memoria". Actualmente es uno de los compiladores del dossier de poesía jóven venezolana para la revista Círculo de poesía México titulado “Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad”.



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Lunes​​ / 10:24 PM

 

El caballo noche me mira fijamente. Es hermoso, existe aquí como los árboles.​​

Noche y árboles son del tamaño de un lenguaje que pierde el lustre que en el decir insiste. La mirada del caballo penetra árboles. Ahora, “árboles” se entiende como uno. Mientras, dos reflejos captan lo posible.

 Lo impredecible, ya no más oscuro. Restablece el día del encadenado mirar a un miembro colapsado. Oh, pobre Hans​​ (léase el caso de Freud)​​ que has visto a la bestia hacer pis en los jardínes de Schönbrunn y tuviste la misma suerte que este lector: ser un recolector de residuos.

 Preparo la composta con esta materia. Lo subjetivo es un mandato lógico e inmundo donde esto -​​ ¿qué yo?​​ - nacía en la última página leída por mi padre (imaginario) sobre la letra del tú-yo que somos.

 

Hurgué muy tarde en este sueño. Porque deseaba cariño de aquello que insiste en ver de lado. Condenados a un eterno desencuentro...

 

Provoco siempre al que quiere negarme.

 


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Martes​​ / 11:25 AM

 

Digamos pues que mi vida está construida sobre un diseño fallido, error de cálculo matemático donde cada cosa es columna y germen de algo más.

El contrabajo, los libros y un piano la sostienen. He unido estos objetos a la blancura de esta tierra.

Lloré al volver sobre el camino escrito.​​

Viajaba en metro. Él acercaba su mano y la rozaba con ​​ la mía que reposaba en el pasamanos del vagón. Una pasajera me ofrecía una toallita para que secara mis lágrimas.​​

Me sentí estúpido, me sentí poeta.​​

Ahora, humedezco esta hoja en letras desechas cual fe inquieta en los andamios.

 

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Estos poemas pertenecen a Fragmentos de un ejercicio parecido al diario - Zorian Ramírez Espinoza

Foto por Nathael Ramírez

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