La poeta Mariela Cordero, nuestra colaboradora, esta semana nos presenta dos poemas de Consuelo Hernández (Colombia-Estados Unidos). Es Catedrática Emérita de American University en Washington DC. Mordiendo la penumbra (2025) es el título de su más reciente poemario recién publicado en España y prologado por el poeta francés Carles Diaz. Sus distinciones incluyen: Premio Antonio Machado de Poesía en España, por su colección Polifonía sobre rieles. En EE. UU recibió International Latino Book Awards Mención Honorífica al Mejor Libro de Poesía (2022) por Estela del azar / Wake of Chance, y el 2024 recibió Premio Internacional Mezquita Hassan II, del Foro Internacional de Creatividad y Humanismo y la Cámara de Escritores y Artistas de Marruecos. Como investigadora posee el Premio James Street Prize de la organización de Middle Atlantic Latin American Studies por la excelencia en la investigación y por el mejor artículo publicado en Latin American Essays. Su obra Álvaro Mutis: una estética del deterioro mereció el Premio Ciarf Wagner de New York University. Ha sido oradora en los tributos a Octavio Paz y a César Vallejo en la Biblioteca del Congreso, institución que la incorporó a su colección Audio Recording por su trabajo poético.
Sed
de Paz
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Cuando
la oscuridad nos cubre y la realidad nos desgarra,
persigo
ese reino perdido que me asistirá al final de la jornada
y
como voz guardiana me dicta
la
implacable urgencia de volver a la semilla…
Salgo
de la prisión y veo claro:
más
allá de la palabra la paz toca el infinito
en
una lucha más ardua que el diario laborar en el poema
sin
poder alcanzar el verso madre, el poema cabal
o
la iluminación irreversible que me embriagaría
con
la sedosa fuerza capaz de cambiar:
guerra en armonía / destrucción en
creación
crimen en virtud / caos en orden.
Cedo
a la paz mi centro y yo me quito
se
derrumba el orgullo... me diluyo
veo
lo invisible… escucho lo inaudible
sorteo
abismos
asciendo
sobre estáticas semblanzas
y
un fugaz rayo me atraviesa
me
deja su marca en el momento más ácido del tiempo
y
despierto a otro sol que calienta mi íntimo desierto.
Pasando
a la otra orilla
Detenida
frente al Canal de Suez
tengo
la certeza de cruzar a otra orilla
donde
el queso es rancio,
duro
el pan
y
escasa el agua para saciar mi sed...
La
felicidad baña mi piel
extasiada
en esta lejanía:
con
la libertad ideal para morir
aunque
los olores sean fuertes
y
los hombres se asombren
de
verme mujer sola... occidental...
en
un Medio Oriente en guerra.
Aquí
frente al Mar Rojo
vislumbro
otros trazos de mi sangre
los
encendidos colores del trópico
la
misma temperatura de mi gente
los
cabellos de mi madre piel oliva
mi
abuelo y su costumbre de mercader...
Todo
me recuerda una familia
que,
tal vez, el tiempo
ya
me ha ocultado para siempre.
Foto por Vanesa Borgoña